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La Sagrada Escritura, la ecología y los jóvenes.Una mirada desde la Verbum Domini de Benedicto XVI

La realidad ecológica ha sido abordada con mucha fuerza durante el pontificado del Papa Francisco. La Carta Encíclica Laudato si' sobre el cuidado de la casa común y la Exhortación Apostólica a todas las personas de buena voluntad Laudate Deum sobre la crisis climática dan prueba y testimonio del interés por este tema de parte de quien encabeza a la Iglesia de Cristo. Dichos documentos eclesiales son la invitación a sumarnos como bautizados, y de modo más ampliamente a todas aquellas personas de buena voluntad interesadas en el cuidado de la casa común.


El interés por la ecología por parte de la Iglesia podría parecer reciente; sin embargo, ya desde el siglo pasado el Magisterio de la Iglesia, en su “tarea de enseñar, que pertenece en propiedad, por institución de Cristo, al colegio episcopal o a cada uno de los obispos en comunión jerárquica con el Sumo Pontífice” (Magisterio y Teología 1975), se ha interesado al respecto. Por ello, nos parece interesante en esta ocasión considerar la Verbum Domini del Papa Benedicto XVI.

La XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebró en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008, tuvo como tema La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. En aquel tiempo, posteriormente al Sínodo, el Papa Benedicto XVI nos compartió la Verbum Domini, una Exhortación apostólica postsinodal sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Tres temas queremos destacar de dicho documento: la Sagrada Escritura, la ecología y los jóvenes.



1. La Sagrada Escritura, fuente de vida de la Iglesia.

La Palabra divina, es la fuente de vida de la Iglesia, más aún, es el corazón de toda actividad eclesial (VD1), de ahí que todo aquello que la Iglesia emprenda debe surgir desde ella. La Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. A lo largo de toda su historia, el Pueblo de Dios ha encontrado siempre en ella su fuerza, y la comunidad eclesial crece también hoy en la escucha, en la celebración y en el estudio de la Palabra de Dios (DV 3).

San Pablo se distinguió en su vida por el celo con que difundía la Palabra de Dios: «Hago todo esto por el Evangelio» (1 Co 9,23); «Yo no me avergüenzo del Evangelio: es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree» (Rom 1,16) (DV 4).

El deseo profundo del Papa Benedicto XVI es “que los resultados del Sínodo influyan eficazmente en la vida de la Iglesia, en la relación personal con las Sagradas Escrituras, en su interpretación en la liturgia y en la catequesis, así como en la investigación científica, para que la Biblia no quede como una Palabra del pasado, sino como algo vivo y actual” (DV 5).


2. La creación del hombre (DV 9)

La creación es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvación del hombre es el motivo de todo. La contemplación del cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvación nos lleva a descubrir la posición única y singular que ocupa el hombre en la creación: «Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó» (Gn 1,27). Esto nos permite reconocer plenamente los dones preciosos recibidos del Creador: el valor del propio cuerpo, el don de la razón, la libertad y la conciencia.

Esto nos lleva a valorar la importancia la «ley natural». En efecto, «todo ser humano que llega al uso de razón y a la responsabilidad experimenta una llamada interior a hacer el bien» y, por tanto, a evitar el mal. Jesucristo dio a los hombres la Ley nueva, la Ley del Evangelio, que asume y realiza de modo eminente la ley natural, liberándonos de la ley del pecado, (…) y da a los hombres, mediante la gracia, la participación a la vida divina y la capacidad de superar el egoísmo».


3. Anuncio de la Palabra de Dios y los jóvenes (DV 104)

El Sínodo prestó una atención particular al anuncio de la Palabra divina a las nuevas generaciones. Bajo la luz divina, se ha expresado que los jóvenes son ya desde ahora miembros activos de la Iglesia y representan su futuro. En ellos encontramos a menudo una apertura espontánea a la escucha de la Palabra de Dios y un deseo sincero de conocer a Jesús.

En efecto, en la edad de la juventud, surgen de modo incontenible y sincero preguntas sobre el sentido de la propia vida y sobre qué dirección dar a la propia existencia. A estos interrogantes, sólo Dios sabe dar una respuesta verdadera. Esta atención al mundo juvenil implica la valentía de un anuncio claro; hemos de ayudar a los jóvenes a que adquieran confianza y familiaridad con la Sagrada Escritura, para que sea como una brújula que indica la vía a seguir.

Para ello, necesitan testigos y maestros que caminen con ellos y los lleven a amar y a comunicar a su vez el Evangelio, especialmente a sus coetáneos, convirtiéndose ellos mismos en auténticos y creíbles anunciadoes. Por ello, es preciso que se presente la divina Palabra también con sus implicaciones vocacionales, para ayudar y orientar así a los jóvenes en sus opciones de vida, incluida la de una consagración total. Auténticas vocaciones a la vida consagrada y al sacerdocio encuentran terreno propicio en el contacto fiel con la Palabra de Dios.

Benedicto XVI expresó: «Repito también hoy la invitación que hice al comienzo de mi pontificado de abrir las puertas a Cristo: quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana...Queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida».


4. Palabra de Dios y salvaguardia de la Creación (DV 108)

El compromiso en el mundo requerido por la divina Palabra nos impulsa a mirar con ojos nuevos el cosmos que, creado por Dios, lleva en sí la huella del Verbo, por quien todo fue hecho (cf. Jn 1,2). En efecto, como creyentes y anunciadores del Evangelio tenemos también una responsabilidad con respecto a la creación. La revelación, a la vez que nos da a conocer el plan de Dios sobre el cosmos, nos lleva también a denunciar las actitudes equivocadas del hombre cuando no reconoce todas las cosas como reflejo del Creador, sino como mera materia para manipularla sin escrúpulos.

De este modo, el hombre carece de esa humildad esencial que le permite reconocer la creación como don de Dios, que se ha de acoger y usar según sus designios. Por el contrario, la arrogancia del hombre que vive «como si Dios no existiera», lleva a explotar y deteriorar la naturaleza, sin reconocer en ella la obra de la Palabra creadora.


Tras destacar los aspectos compartidos con anterioridad, podemos llegar a las siguientes consideraciones:

1. El cuestionamiento de porqué la Iglesia atiende el tema ecológico encuentra respuesta en Dios mismo y su Palabra creadora. La Sagrada Escritura nos habla sobre la ecología que nos ha regalado Dios: La creación es obra de Dios y el hombre es obra de Dios. De ahí que el trípode Dios-creación-hombre, es necesario en la sana reflexión y el diálogo respecto a la ecología integral. Frente a la crisis ecológica, estamos en un momento clave para dar razón del sentido cristiano de la creación. Cristo puede y desea ayudarnos a ser evangelio para la vida y sus avatares, incluso en este aspecto vital de la ecología actual.

2. En esta perspectiva teológica, el Papa Benedicto XVI retomando las afirmaciones de los Padres sinodales, expresa: «acoger la Palabra de Dios atestiguada en la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia da lugar a un nuevo modo de ver las cosas, promoviendo una ecología auténtica, que tiene su raíz más profunda en la obediencia de la fe, desarrollando una renovada sensibilidad teológica sobre la bondad de todas las cosas creadas en Cristo». Por lo tanto, el hombre necesita ser educado de nuevo en el asombro y el reconocimiento de la belleza auténtica que se manifiesta en las cosas creadas.

3. Varios jóvenes en general tienen un sincero interés y amor por la creación. Ellos y toda la Iglesia requieren caminar bajo la luz de la fe y la vida de Jesucristo, Palabra viva del Padre. El proyecto salvífico de Dios no puede quedar fuera de la luz del Espíritu de Dios que aletea desde los inicios de la creación hasta ahora. Apoyándoles toda la Iglesia, en su papel protagónico, los jóvenes son invitados a ser profundos amigos de Cristo, quien es el puerto seguro y la respuesta certera para todas las problemáticas y realidades, tanto personales como globales, entre ellas la ecología. De ahí que el Magisterio y la Teología requieren ser maestros y guías en la tarea de poder dar razones y respuestas que animen la fe. Por su parte, se requiere de los jóvenes: abrir su mente, su corazón y su espíritu al Evangelio de Dios.


Pbro. Juan Carlos Ávila Reza

Dimensión de Ecología

Arquidiócesis de México

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