EL SANTO DE LOS MIGRANTES. A los altares Juan Bautista Scalabrini
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EL SANTO DE LOS MIGRANTES. A los altares Juan Bautista Scalabrini

Por Gerardo Cruz


La migración es un signo de los tiempos. Este fenómeno se acentuó con la llegada de la Revolución Industrial y sus consecuencias en el siglo XIX, pues aparecieron cada vez con más frecuencia y en condiciones las migraciones forzadas hacia las grandes ciudades. Las condiciones sociopolíticas y económicas, generaron migración de los ambientes rurales hacia las ciudades que concentraban zonas de industrialización. Esta situación produjo nuevas condiciones sociales: cinturones de pobreza, asentamientos humanos insalubres y hacinamientos, trabajo laboral explotador especialmente en mujeres y niños. Tal fuerza de exclusión generó este fenómeno social, que los migrantes emprendieron largas rutas buscando mejores lugar y oportunidades para sobrevivir. Así llegaron, desde Europa, muchos migrantes y sus familias a América.


En ese contexto, Juan Bautista Scalabrini, un obispo joven encargado de la diócesis de Piacenza, fue un pastor comprometido con las víctimas del nuevo sistema que supo responder a las exigencias de su época. Consta en su biografía que de camino por la estación de tren de Milán, pudo contemplar algo que lo impactó: “Vi trescientos o cuatrocientos individuos pobremente vestidos, divididos en diferentes grupos”. Describe a estas personas, de todas las edades y género en condiciones deplorables, despojados y cansados. “Eran viejos encorvados por la edad y las fatigas, hombres en la plenitud de la virilidad, mujeres que llevaban detrás o cargaban con sus hijos, niños y niñas, todos hermanados por un mismo pensamiento, todos dirigidos hacia un objetivo común.” Ahí nació su amor por los migrantes que le ha llevado a ser considerado el “Apóstol de los migrantes”.


Lamentablemente esta situación no ha mejorado, antes bien se ha hecho más compleja y globalizada en nuestros días.



Pero su labor pastoral de acompañamiento y ayuda a personas pobres no se redujo a la atención de migrantes. Además fundó un instituto para asistencia a niñas, jóvenes y mujeres sordomudas; sociedades de mutua ayuda y asociaciones obreras; cajas rurales y cooperativas. La biografía oficial publicada por el vaticano dice que “practicó de forma heroica la caridad asistiendo a enfermos del cólera, visitando a los enfermos y a los encarcelados, socorriendo a los pobres y a las familias en desgracia, y siendo generoso en el perdón. Salvó del hambre a miles de campesinos y obreros, despojándose de todo, vendiendo sus caballos, así como el cáliz y la cruz pectoral que le regaló el Papa Pío IX.” Por ello ha sido llamado “Apóstol de la caridad”, título otorgado por el Papa Benedicto XVI.

Su obra tiene en su centro la fundación de las Congregaciones de los Misioneros y Misioneras de San Carlos con la misión específica de servir a los migrantes, muy activas hasta nuestros días.


Pío IX lo definió como “Apóstol del catecismo” por sus acciones pastorales para que el catecismo fuera enseñado en todas las parroquias para niños, jóvenes y adultos. Además de que realizó el primer Congreso catequístico nacional en Italia en 1899. Para difundir el catecismo publicó el periódico catequístico italiano, primero en su género.


La biografía oficial para la canonización refiere que, ante el desarrollo dramático de la emigración italiana que se convirtió en fenómeno de masas, desde el comienzo de su episcopado se hizo apóstol de millones de italianos que vivían en otros países, a menudo en condiciones de semi-esclavitud, y corrían el peligro de abandonar su fe o la práctica religiosa. Hoy en día su obra es replicada por las congregaciones que fundó para atender a todas las personas migrantes alrededor del mundo.


Scalabrini murió, el 1 de junio de 1905, solemnidad de la Ascensión, con una vida llena de testimonio de seguimiento a Cristo y amor a los pobres. Fue proclamado Beato por San Juan Pablo II en 1997 y será proclamado Santo, con la dispensa del segundo milagro, como lo hizo con San Juan XXIII. el domingo 9 de octubre por otro obispo preocupado por los migrantes, Francisco de Roma.

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