Habemus Papam León XIV: entre el ‘buen fraile’ y el sucesor de Pedro
- Luis Gustavo Meléndez Guerrero, FSC
- 9 may
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Luis Gustavo Meléndez Guerrero, FSC
La conocida expresión “el símbolo da qué pensar” que Paul Ricoeur recupera de Kant viene hoy a colación para leer y pensar aquello que hemos visto tras la fumata blanca, y la notable y esperada expresión “Habemus Papam”, esta vez en voz del Cardenal Protodiácono, Dominique Mamberti.
No es este el lugar para discutir el sentido de la expresión de Ricoeur, ni mucho menos podemos ahora establecer las diferencias entre signos y símbolos, no obstante, me parece importante compartir la lectura que surge de diversos elementos simbólicos que en efecto nos dan algo en qué pensar, esto es, nos invitan a interpretar ciertos gestos, palabras y otros aspectos presentes en el anuncio de la elección del nuevo Papa.
El discernimiento del cónclave:
Los cardenales reunidos en la Capilla Sixtina no eligieron papa a un centro europeo, pero tampoco a alguien que viniera de las periferias, no tenemos a un papa proveniente de alguno de los países africanos, tampoco a otro latinoamericano, ni a un asiático, pero sí a un americano (y no necesariamente como Trump entiende lo que es ser ‘americano’). Los cardenales eligieron a un estadounidense que ha trabajado y gastado varios años de su vida en América Latina.
La salida al balcón:
Tan pronto se abrieron las cortinas rojo escarlata del balcón que da hacia la plaza de San Pedro, nuestros ojos pudieron ver la silueta del nuevo Papa. Muy pronto pudimos notar que salía al recinto revestido con la sotana blanca, la muceta roja y la estola, también roja, finamente bordada con hilos dorados. En el año 2013, Francisco eligió una esclavina blanca y la estola roja con hilos dorados. Hoy, León XIV, optó por el atuendo tradicional con el que los papas recién electos salen al balcón a saludar a los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

Entre júbilo y algazara, la voz del nuevo Papa comenzó a escucharse al tiempo que se calmaba el ímpetu de las voces y aplausos de los fieles. León XIV se ve emocionado y a un mismo tiempo sereno, y entonces, le acercan unas notas que seguramente fueron escritas por él. Y aquí debo confesar que este aspecto de mi reflexión fue sugerido por un querido amigo. El hecho de leer unas notas, por breves que sean, deja ver que más allá de lo carismático que puede resultar la espontaneidad de unas palabras, el Papa ha preferido darse un momento para pensar y articular en un pequeño discurso aquellos sentimientos e ideas que se entremezclaban en un viaje que, seguramente, iban y venían de la cabeza al corazón y viceversa.
Lo que dijo:
A propósito de las palabras, habrá que detenernos en el sentido de aquellas que fueron expresadas en el primer discurso pontificio. “La paz esté con ustedes”, son las palabras con las que el resucitado saludaba a los discípulos en el lugar donde se refugiaban “por miedo a los judíos”, según nos narra el capítulo 20 del evangelio de Juan. En medio de una geopolítica en donde la guerra cobra un papel penosa y preocupantemente protagonista, el saludo del papa no es precisamente inocente.
El papa se presentó como religioso, miembro de la Orden de San Agustín y toma de su padre fundador las bellas palabras que, aunque breves son harto profundas: “con ustedes soy cristiano, para ustedes soy obispo” (Cfr. Obras de San Agustín, Sermón 340, 1): tenemos a un pastor entre nosotros. De esto dan cuenta los no pocos años de ministerio pastoral de Fray Robert Francis Prevost Martínez en el Perú… Un pastor con olor a oveja –diría Francisco–.

No podemos pasar por alto las dos alusiones que hizo a Francisco, dejando ver que, en efecto, su ministerio apostólico no puede ser una suerte de punto y aparte al legado de su predecesor. En este sentido, para quienes quieren hablar de continuidad, efectivamente, León XIV parece querer continuar el legado de Francisco, pero no necesariamente al estilo de Francisco. Continuidad no quiere decir inercia de estilos, sino comunión con la misión de la Iglesia. Continuidad no significa ser progresista o conservador, sino preocupación por instaurar el Reino de Dios, cuidado, interés y desvelo por construir una sociedad más justa y humana. La continuidad entonces no está necesariamente con Francisco, sino con el hecho de seguir levantando la voz en pro de los excluidos, hablar y luchar a favor de la paz y la unidad.
En otro momento, el papa dijo claramente que quiere tender puentes, palabras que seguramente no pocos relacionamos con la preocupación ante la escalofriante realidad que viven los migrantes, realidad a la que no es ajena nuestro papa. Pero también, esta expresión de “crear puentes” alude a su tarea como pontífice de la Iglesia: León XIV, seguramente quiere tender puentes que terminen con las divisiones en la Iglesia, de ahí su preocupación por “poner a Cristo en el centro”.
No es cosa menor que el papa, siendo estadounidense, no hablara en alguna parte de su saludo en su lengua de origen, antes bien, León XIV habló en español (sin el usual acento estadounidense). Al parecer, nuestro papa supo incardinarse en el terruño en donde ejerció su apostolado, tan es así que hizo una mención especial a la diócesis de Chiclayo, lugar donde ejerció su ministerio episcopal.
Lo que no dijo, pero intuimos:
Elegir el nombre de León XIV no es para nada inocente. Algunos, con cierta lectura romántica, ven en el nombre de León al buen y querido amigo de San Francisco de Asís: “León mi buen fraile, ovejuela de Dios”, parece que San Francisco le decía a su fiel hermano y compañero de viajes. Pero aquí, más que esta bella relación con el santo de Asís y la imagen que detona con su relación a nuestro querido papa Francisco, prima la figura y relación con el gran papa León XIII, cuyo pontificado se caracterizó por una particular preocupación por los derechos de los trabajadores, la dignidad humana, el bien común y la justicia social. Así, nuestro nuevo papa nos deja ver que no es –únicamente– sucesor de Francisco, sino de Pedro, y que su tarea, al igual que sus predecesores estará en sintonía con el magisterio, no solo de un papa, sino de la Iglesia.
En efecto, no podemos omitir que nuestro nuevo papa era un cercano colaborador de Francisco, su cargo al frente del dicasterio para los obispos no era cosa menor y ameritaba cercanía y confianza con el papa, y ciertamente afinidad y simpatía con el modelo pastoral de Francisco, pero aquí, simpatizar con las preocupaciones pastorales del Papa supone entenderse como una preocupación cristiana legítima por la dignidad de las personas, por la justicia social, lo que se deriva en acciones pastorales concretas a favor de los migrantes, los derechos de las niñas, niños y adolescentes; acciones pastorales en contra de la violencia y a favor de la justicia, todo ello siempre a la luz del Evangelio.
Ahora bien, a mi entender, decir que León XIV sea simpatizante del magisterio de Francisco no significa que sea progresista o conservador. Lo que podemos tener claro (y su formación canónica nos da luces para pensarlo) es que León XIV será fiel a la doctrina de la Iglesia acuñada a lo largo de la historia.
Para terminar estas apuradas notas, fruto de las ideas que surgieron detonadas por ese potencial simbólico del que hablaba Ricoeur, quiero mencionar sucintamente un aspecto que no puede pasar desapercibido. Frente a las apuestas de los medios de comunicación que insistentemente querían marcar la pauta de las preferencias en la elección del papa, el discernimiento y fruto del cónclave ha dejado un mensaje claro: la iglesia es lo suficientemente autónoma para no quedar al arbitrio de intereses particulares.
Que las palabras del Cristo resucitado con las que el papa León XIV saludaba hoy desde el balcón, sean las que nos inviten a vivir con serenidad, fe y esperanza activa nuestro ser en tanto cristianos. ¡Que la paz de Cristo esté con nosotros!
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