El Papa Francisco practica un continuo ejercicio de discernimiento de los modelos de vida que se han ido estableciendo de muchas y variadas formas, desde el ámbito más amplio y cultural de la sociedad globalizada, hasta el más concreto de la institucionalidad eclesiástica y no era posible dejar de fuera su gran preocupación por la situación educativa mundial que lo llevó al audaz llamado de centrar en la educación el esfuerzo común para transformar el mundo en que vivimos.
Es en el Pacto Educativo Global, que el Papa insiste sobre la centralidad de la acción educativa y en su diversidad, como constructora de sentido en la sociedad y generadora de una sólida fraternidad universal, que se compromete con el pasado (la tradición), con el presente (responsabilidad) y el futuro (esperanza) de la humanidad.
Si analizamos el nuevo escenario que se caracteriza por ser protagonista de un gran crecimiento de la información, así como las nuevas exigencias de un entorno globalizado y cambiante, se hace patente la urgencia de que las personas desarrollemos un aprendizaje autónomo que nos permita responder a estas necesidades, con la finalidad de canalizar y rentabilizar mejor nuestros esfuerzos haciendo todo aquello que nos hace ser mejor, más productivos y eficaces, capaces de escuchar el clamor de la Tierra y de las personas más desprotegidas.
El proceso educativo debe tender a lograr que las personas seamos capaces de seguir aprendiendo fuera de los ámbitos educativos formales, llámense escuela, universidad, instituto, etc., propiciando que cada una podamos ser “maestras de nosotras mismas”, eligiendo la “autodirección” como forma de vida. Para profundizar un poco más en este tema, los invitamos a leer el texto del Dr. F. Javier Sierra: ”El aprendizaje autodirigido”.
Los docentes, padres de familia y autoridades educativas, damos generalmente por supuesto que los alumnos están dispuestos de manera natural y espontánea a aprender. Sin embargo, diversas experiencias nos han demostrado que esto no es así. Los sucesivos fracasos y frustraciones a los que nos vemos enfrentados tanto maestros, alumnos como padres de familia, así como los altos índices de deserción y repetición de grado escolar, son indicadores de que algo no estaba y no está funcionando adecuadamente. Y mucho más evidente a partir del confinamiento por la pandemia de Covid-19, ya que se suman casi dos ciclos escolares en los que se tienen grandes dudas sobre el aprendizaje del alumnado a través de una pantalla.
Por ello, hay que considerar que en una era en donde el conocimiento constituye uno de los valores más preciados del ser humano, en el que el cerebro “se convierte en el órgano específico de la acción: conoce, delibera, valora y decide” (Savater, 2003). Es a través de esta acción, basada en una característica propiamente humana como es el aprendizaje, que las personas vamos desarrollando otra de las características humanas fundamentales: la educación permanente, concepto muy ligado al aprendizaje que se necesita hoy más que nunca y es aquí en donde el ejemplo de quienes rodeamos a cada aprendiz es fundamental. Y no podemos olvidar que también nosotros en muchos casos de nuestra vida somos aprendices.
¡Hasta la próxima!
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