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Cuaresma. Encontrarnos con nuestra fragilidad para descubrir nuestra fortaleza

Foto del escritor: IMDOSOCIMDOSOC

Por Karen Castillo Mayagoitia

Directora de IMDOSOC


Con el miércoles de ceniza comienza la cuaresma, un camino en el que encontramos una serie de símbolos que nos invitan a un proceso de conversión. Coloco algunos de estos símbolos como elementos que nos interpelan para encontrarnos con nuestra fragilidad; pero que a la vez son oportunidad para descubrir nuestra fortaleza. Reflexión que acompaño con algunas frases del mensaje de cuaresma del Papa Francisco.



Ceniza.

La ceniza puede ser lo más característico del inicio de la cuaresma. Y como punto de partida, la ceniza se convierte en un símbolo que nos ayuda a tocar el límite de nuestra fragilidad; un límite que quizás nos lleva a reconocer que nos hemos deshumanizado. Nos topamos viviendo una cotidianidad con tal velocidad, que perdemos la oportunidad de mirarnos, de encontrarnos, de acompañarnos, de cuidarnos, de ser comunidad. Una cotidianidad que en Palabras del Papa Francisco “a menudo es repetitiva y a veces aburrida”. Es decir, vivimos el riesgo de perdernos en un activismo sin sentido.


Ayuno.

El ayuno ciertamente es también un elemento que caracteriza no únicamente el inicio, sino todo el camino de la cuaresma. Una forma de no dar tanta importancia a nuestros deseos, nuestras comodidades o a lo que alimenta nuestro cuerpo, para más bien favorecer nuestra espiritualidad, nuestro encuentro con Dios; vivirnos desde lo esencial para dejarnos tocar por aquello que nos humaniza y habita nuestro interior. Una ascesis que asumimos como compromiso y que nos permite ponernos cuesta arriba con esfuerzo, sacrificio y concentración (Papa Francisco).


Oración.

La oración, como creyentes, es parte de nuestro día a día, durante la cuaresma quiere ser un momento de toma de conciencia de las necesidades de la comunidad, de compromiso creyente que nos lleva a reconocer que Dios es Padre y que también es Madre, que es ternura y misericordia, que nos abraza y fortalece, de modo que se convierte en una or-acción. Es decir, palabras que se hacen vida desde una común unión; desde la hermandad; oración que se hace con todo el cuerpo; presencia de Dios en los rostros y en las historias de quienes necesitan ayuda (Papa Francisco).


Limosna.

La limosna no como un dar lo que no necesitamos, tampoco como una forma de acallar nuestras conciencias, sino como un verdadero acto de amor que nos implique generosidad, entrega y renuncia. Una forma de reconocer que algunas de las cosas que tenemos, incluso el tiempo, no nos pertenecen o se las estamos negando a alguien más. Un dar que nos permita una transfiguración personal (Papa Francisco) y social.


Así, partimos de un momento donde nos analizamos y reconocemos que somos frágiles, que en nuestra fragilidad lastimamos a nuestra comunidad, nos alejamos de nuestra humanidad, pero mediante elementos como la oración, el ayuno y la limosna, nos vivimos en solidaridad y reestablecemos los lazos comunitarios, nos comprometemos con la transformación y la justicia social, somos conscientes de que la Cuaresma está orientada a la Pascua (Papa Francisco).

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