El Papa Francisco nos ha dicho que la educación es un acto de amor, porque genera vida en su pluridimensionalidad. Es una realidad dinámica, un movimiento que saca a la luz a las personas, es también un acto de esperanza que ayuda a romper el círculo vicioso del escepticismo, de la incredulidad, de la cristalización de concepciones y actitudes contrarias a la dignidad del ser humano. Rompe el individualismo, ayuda a aceptar y a apreciar las diferencias e invita a la hermandad con la creación entera.
Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento y de imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua [...]. Hoy se necesita una etapa renovada de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad. … somos conscientes de que un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que cualquier cambio requiere un itinerario educativo, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las exigencias de cada generación y hacer florecer la humanidad de hoy y de mañana.
Por esto y más, “El Pacto Educativo Global” es una iniciativa que convoca a la comunidad mundial - incluyendo católicos y no católicos, e incluso no creyentes - para que, más allá de toda diferencia étnica, cultural o religiosa, unifiquemos esfuerzos para transformar la Humanidad con un cambio de paradigma cultural a partir de la educación. Un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza.
Es necesario comprender las raíces de los principales y graves problemas sociales, económicos, ambientales, comunitarios, tecnológicos y espirituales que nos aquejan. Es necesario transformar los modelos de desarrollo, consumo y producción. Es necesario encontrar entre todos una mayor justicia social, equidad, inclusión, igualdad de género y sostenibilidad.
Si queremos lograr una sociedad más justa implementando el Pacto Educativo Global e iluminados por el Pensamiento Social Cristiano, debemos enfocar nuestra mirada y acción a la construcción del nuevo modelo cultural, más humano, de ecología integral, ético, inclusivo y fraterno. Es necesario transformar la educación, sus propósitos y contenidos.
Solos los docentes no podemos y sí lo vamos a lograr si contamos con la participación de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, con sus experiencia pasadas, sus deseos y necesidades tanto individuales como comunitarias para su presente y por qué no, sus sueños del mañana.
La pandemia de COVID 19 ya nos dejó ver la crisis educativa en la que hemos vivido y si hemos aprendido algo en estos dos años y medio, entonces es urgente escuchar su voz; es por eso que este año en el Seminario Paulo Freire hemos escogido tres de las siete claves para implementar el PEG:
Escuchar la voz de los niños, adolescentes y jóvenes.
Fomentar la participación de las niñas y las jóvenes en la educación.
Comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de economía, política, crecimiento y progreso.
Educarnos en la pluralidad sí es posible ya que convivimos diariamente con diversidad de personas, pensamientos y manera de ser, ver y de actuar en el mundo. Aprovechemos esto para formar una aldea global de la educación.
¡Hasta la próxima!
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