El rostro femenino de Dios.
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  • Foto del escritorIMDOSOC

El rostro femenino de Dios.

Daniel Cuéllar


En el segundo día del Coloquio teológico, organizado por el IFTIM, los Carmelitas descalzos y el Centro Universitario Cultural, Karen Castillo Mayagoitia, directora del IMDOSOC, abrió el diálogo con la frase: Experiencia femenina de Dios, donde la vida y la esperanza se tejen en la certeza de un Dios que ama la justicia. Esta frase entrelaza la acción de las mujeres en el tejido del encuentro con Dios y el amor a la justicia, que ha sido un trabajo fundamental de muchas mujeres.



Su compartir fue una relectura de su experiencia de Dios desde lo que le han enseñado las mujeres, sus ancestras, las mujeres de la Biblia y las que leen la Biblia, místicas, compañeras de camino, religiosas, mujeres de otras tradiciones religiosas y espirituales, su hija y luchadoras sociales. Todas ellas maestras desde su búsqueda de justicia y paz en quienes la Maestra Karen Castillo descubre una experiencia de Dios que pasa por la fragilidad, que se mira en la certeza de su ternura, que mueve a la esperanza y que no se entiende separada del compromiso social.


Hacer memoria de las ancestras desde rostros femeninos, madres, tías y abuelas, que se enfrentaron a contextos de marginación y exclusión, transformaron realidades ante las cuales reaccionaron con valentía para heredar una familia, una sociedad y una Iglesia en la cual las mujeres hoy pueden ser parte y ser reconocidas para poder participar.


Releer la propia historia a la luz de las mujeres en la Biblia ha sido posible, nos dice, gracias a teólogas que nos han enseñado que la interpretación bíblica es un arte, son “pasos de baile que se entrelazan'', como lo dice la teóloga Elizabeth Schussler. El rostro de María Magdalena en el pasaje bíblico de la tumba vacía, le han enseñado a ser nombrado y a descubrir cómo la vida es tocada por el amor de Jesús, por esa presencia que permanece para darnos vida en abundancia, es bajar de la cruz y comenzar a caminar en libertad. Es una parábola en la que las mujeres se descubren discípulas caminando con Él, cuyos pasos abren camino para otras y otros. Por ello en la teología que brota del corazón de las mujeres, lo complejo no se encuentra en lo epistémico sino en lo existencial, no se queda en el lenguaje que busca explicar conceptos, sino valerse de ellos para cuestionar y denunciar las realidades de marginalidad, para fundamentar la presencia del Dios con nosotros, para proponer acciones que nos comuniquen su abrazo.


Las místicas, mujeres de ojos abiertos que en el diálogo con Dios han podido sentir amor por las otras y los otros, han entendido que el dolor humano se puede transformar desde el amor que habitándonos logra conectar con el amor divino. Una de ellas, Etty Hillesum, muestra la certeza del Dios que no es omnipotente, que acompaña nuestra humanidad para comprometernos con ella.


Durante la pandemia se dio la oportunidad de vivir la Pascua junto con sus compañeras de camino, y uno de los frutos fue el texto “escrito a diez manos” para Cristianismo y justicia que refleja la vida como mesa compartida y realidad sagrada.


Terminó diciendo, tras recuperar estás y más experiencias con religiosas, mujeres de otras tradiciones religiosas, luchadoras sociales y frente a sus hijos, deseo que en la experiencia de las mujeres el patriarcalismo que está presente en nuestras estructuras eclesiales y sociales no me haga perder la riqueza de sus miradas y lenguajes que aportan a mi vida y a mi experiencia de Dios, que comprenda que la gama de miserias y grandezas humanas es abrazada en su totalidad por un Dios mujer, un Dios madre y un Dios abuela.

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