
La justicia ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia de la filosofía. En cambio, la injusticia ha sido pobremente abordada, quizá por la tendencia a pensarla en contraposición a la idea de justicia. No obstante, pensar la injusticia en esos términos nos “impide vislumbrar todas sus variantes y facetas, ocultando así su complejidad”.[i] Además, pensar en la injusticia tiene una necesidad práctica, pues de su definición depende la lucha a seguir para hacerle frente.
La reflexión sobre la injusticia también nos previene de convertirla en un eslogan o en un concepto catch-all. Pues al hablar de injusticia podemos caer en la tentación de convertirla en sinónimo de toda causa con la que no estemos de acuerdo o hacerla un concepto tan amplio que abarque todo tipo de acciones disímiles entre sí. En ambos casos, vaciamos de contenido al concepto, volviéndolo inútil.
La discusión sobre la definición de la injusticia no es del todo nueva. Aristóteles inicia su reflexión sobre la justicia en el libro quinto de la Ética Nicomaquea reflexionando sobre la injusticia. Ante la pregunta por lo injusto, el Estagirita coloca sobre la mesa dos definiciones: “parece que es injusto el transgresor de la ley, pero también lo es el codicioso.”[ii] El primer sentido nos es familiar a todos, pero ¿por qué el codicioso es injusto? Porque su ambición lo lleva a poseer más de lo que le corresponde a expensas de los otros. Así, la justicia es la virtud que debe moderar la πλεονεξία (pleonexia), el apetito insaciable de posesión de bienes, mismo que es el causante de la aparición de las desigualdades que impiden la realización y consolidación del orden justo. Cabe señalar que Aristóteles define la (in) justicia en términos expresamente sociales, “la justicia es la única entre las virtudes que parece referirse al bien ajeno, porque afecta a los otros.”[iii]
En este sentido, Bufacchi[iv] define la injusticia en tres dimensiones vinculadas, pero no reductibles entre sí:
Injusticia como mala distribución de los bienes y servicios provenientes de la cooperación social.
Injusticia como exclusión.
Injusticia como desempoderamiento.
La primera dimensión enfatiza las acciones de los responsables de la mala distribución de los bienes sociales. Las otras dos subrayan el padecimiento de las víctimas. La segunda dimensión implica acciones (gubernamentales e individuales) que niegan una parte de los bienes sociales a una persona o grupo social. La tercera dimensión consiste en explotar la vulnerabilidad de las personas. Ambos casos implican no reconocer al otro como sujeto de derechos y se le resta valor y poder, lo que le impide exigir ser tomado en cuenta como miembro del orden social, y por ende, de disfrutar de sus beneficios.
Otro gran aspecto a tomar en cuenta en la discusión sobre la injusticia es el factor de la voluntad. Bien dice Aristóteles en Magna Moralia, “jamás somos voluntariamente víctimas de la injustica.” Usualmente solemos clasificar las situaciones desfavorables en términos del control que tenemos sobre ellas y, en esta misma línea, solemos considerar “justo” compensar a quienes padecen una injusticia resultado del infortunio o la suerte e “injusto” compensar a quien padece algo que sus mismas malas decisiones provocaron. No obstante, esta forma de pensar ignora la dificultad de distinguir entre los dos tipos de situaciones desfavorables. De hecho, la mayoría de las veces son fruto tanto de cuestiones ajenas a nuestro control como de malas decisiones. Además, ignora que muchas de las situaciones provocadas por el “infortunio” en realidad se deben a instituciones sociales, formales e informales.
Así, la reflexión filosófica nos lleva a considerar la injusticia como un vicio social, producto de “leyes […], [del] poder que tienen algunos individuos y grupos dentro de estas instituciones, la forma en que los procesos sociales se han materializado […] y los hábitos culturales que han creado las personas”,[v] tras lo cual podremos comprender que su erradicación requiere de la contribución de todos nosotros, en cuanto somos miembros de la sociedad que la produce y reproduce.
David Eduardo Vilchis Carrillo
______________________ [i] Santiago Oropeza, T. (2018), “Repensar la injusticia. Una aproximación filosófica.” Isonomía, (49), 45-69. Recuperado en 06 de noviembre de 2020, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-02182018000200003&lng=es&tlng=es.
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