En efecto, las relaciones con más de 180 países, junto con la pertenencia de pleno derecho a otras entidades, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), son señas claras de que la Iglesia Católica tiene la posibilidad de tomar medidas encaminadas a influir el comportamiento de otros actores públicos internacionales con el fin de satisfacer principios e intereses. Es decir, tiene la posibilidad de desplegar una política exterior.
Esta política puede analizarse a partir de sus objetivos y sus instrumentos. En esta entrada, examinaré los objetivos por medio de las concepciones de rol nacional que la Santa Sede ha expresado en los foros internacionales en los que participa, principalmente la ONU. Por otra parte, se revisarán los instrumentos a partir de un breve análisis de factores de poder internacional.
¿Qué pretende la Santa Sede al involucrarse con el sistema internacional? Esto puede explorarse gracias a lo que Kalevi Holsti llamó “concepciones de rol nacional”:[1] pautas de comportamiento que los líderes de un país determinado conciben o articulan para su propia comunidad política en relación con las demás. Los líderes de la Iglesia Católica no son ajenos a esta dinámica y un análisis de contenido de las alocuciones emitidas en los diferentes órganos de la ONU nos arrojan evidencia para pensar que la jerarquía católica se concibe en al menos seis roles nacionales, mismos que ejemplifico con una cita textual de dichas alocuciones:
Ejemplo. Un Estado ejemplar es aquél que busca ganar prestigio internacional implementando ciertas políticas internas. “La Santa Sede, mediante el Consejo Pontificio Cor Unum y organizaciones como Caritas Internationalis, es activa en asistencia humanitaria imparcial en todos los rincones del globo”.[2]
Mediador. Los Estados se consideran capaces y responsables de ayudar a arreglar diferencias entre adversarios. “En el área de la paz y la seguridad, la Santa Sede desea renovar su apoyo a un enfoque global para la prevención, manejo y resolución de conflictos en África”.[3]
Defensor de la religión. Un Estado se aboca a defender la presencia de la religión en la vida pública. “Mi delegación subraya que el derecho a la libertad religiosa y de creencia aplica a todos los seres humanos en cualquier lado”.[4]
Defensor del multilateralismo. El Estado impulsa la cooperación internacional como condición necesaria para resolver problemas internacionales. “Las Naciones Unidas continúan sirviendo como un foro vital para convocar a todas las voces con el fin de impulsar una mayor solidaridad global”.[5]
Defensor de la fe. Países que se orientan a defender sistemas de valores. En este caso, la defensa de estos valores se ve refleja en frases como “en derecho internacional, la única definición de ‘género’ […] es aquella contenida en el Estatuto de Roma […], que establece que el término ‘género’ se refiere a los dos sexos, masculino y femenino […]”.[6]
Evangelizador. La iglesia no sólo defiende valores, sino que los promueve como parte inherente de la vida pública y privada. La iglesia se percibe con el deber de enseñar y promover el mensaje de Cristo (evangelio) como eje fundamental de un orden justo en lo moral, político y económico.
Suponiendo que estas concepciones de rol nacional son aplicables tanto en el ámbito multilateral como en el bilateral, cabe dar un breve repaso a los instrumentos de los que dispone la Santa Sede para desplegar esta política basada en concepciones de rol nacional.
La presencia de nunciaturas, diócesis y parroquias, que significan una fuente inmejorable de información tanto para la Sede Apostólica como para las iglesias nacionales. Esta fuente ayudaría a ejercer roles como el de mediador o incluso el de evangelizador y hasta defensor de la religión, gracias al conocimiento detallado de conflictos, persecuciones o deficiencias sociales, que permiten elaborar posiciones diplomáticas sofisticadas y razonables para otros actores políticos.
Una población católica de más de mil millones de personas, que permite difundir con fuerza las posiciones religiosas en el debate público y así influir en ciertos actores internacionales, como gobiernos, legislaturas, jueces, partidos etc. Asimismo, una población tan grande permite sostener proyectos de asistencia social con impacto político, como Caritas Internationalis o la Comunidad de San Egidio, que dan pie a roles como el de ejemplo.
Medios de comunicación como L’Osservatore Romano o la televisora Vatican Media, que son importantes para roles como el de defensor de la fe. Asimismo, la Santa Sede cuenta con un patrimonio cultural que le da gran influencia en organizaciones como la UNESCO y en relaciones bilaterales como las que sostiene con Italia.
Por último, es importante subrayar la ventaja geopolítica que, a diferencia de otros microestados como los de Medio Oriente o Asia-Pacífico, tiene la Santa Sede de destinar todos sus recursos a promover sus concepciones de rol nacional, con una vocación mucho más universalista y global. Con este ejercicio no se pretende dejar de lado la dimensión espiritual de la Iglesia, sino dar luces para la comprensión de su actuar en el mundo. Si es de su interés, pueden consultar la propuesta completa.
Mauricio Rodríguez Lara
Internacionalista por El Colegio de México y consultor en comunicación política y asuntos internacionales
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[1] National Role Conceptions in the Study of Foreign Policy”, International Studies Quarterly, vol .14 (1970), p.239.
[2] Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, 13 de noviembre de 2006.
[3] Celestino Migliore, 19 de octubre de 2007.
[4] Celestino Migliore, 30 de octubre de 2007.
[5] Celestino Migliore, 1 de diciembre de 2008.
[6] Cf. “Declaración de la Santa Sede en la explicación de posición en las conclusiones acordadas (E.CN.6/2011/L.6), 55ª sesión de la Comisión del Estatuto Jurídico y Social de la Mujer del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas”, Nueva York, 14 de marzo de 2011.
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