Padre Benjamín Bravo
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Padre Benjamín Bravo

-Con el corazón agradecido-

“Ahora, Señor, según tu Palabra, puedes dejar a tu siervo irse en paz” (Lc 2, 22).


En IMDOSOC tuvimos la fortuna de que el P. Benjamín Bravo fuera nuestro capellán. La relación que tuvimos con él fue de mucha cercanía desde el principio. Él era párroco en San Sebastián en Chimalistac, apenas a unas calles de nuestro lugar de trabajo, lo que facilitó esta cercanía.


Desde el trabajo cotidiano no era fácil darse cuenta, en toda su amplitud, del talante teológico del P. Benjamín, porque no asumía el papel del intelectual que se aleja de la realidad y de las personas para elaborar sus propuestas teológicas. Ante todo, en nuestra experiencia, era un presbítero cercano a quienes trabajamos en IMDOSOC.


Muy pronto, nos invitó a participar de la vida parroquial en Chimalistac cuando necesitáramos de algún servicio religioso y para vivir la fe en esa comunidad. Ello era muestra de una de sus características esenciales, buscar el bien de los demás.


Personalmente participé en algunas ocasiones, invitado por el P. Benjamín, en las reuniones de un grupo de parroquianos de San Sebastián interesados en ayudar a las personas migrantes. Se trataba, no sólo de dar un panorama general de las migraciones en nuestro país, sino de organizar acciones solidarias en favor de ese grupo vulnerable. De esas sesiones surgieron iniciativas interesantes a favor de personas migrantes. Ese era el espíritu del P. Benjamín en su parroquia, en IMDOSOC y en las aulas donde dio clase por muchas décadas.


Pero el P. Benjamín era un teólogo que hizo de la pastoral un lugar de investigación y de profundización científica. Sin duda lo hizo con creatividad, como quien se deja moldear por el Espíritu. Fue, sin duda alguna, un importante teólogo pastoralista, tal como lo reconocen teólogos destacados como el P. Ernesto Palafox, el P. Francisco Merlos Arroyo, el P. Federico Altbach, el Dr. José de Jesús Legorreta, quien lo reconoce como un pionero de la Pastoral Urbana en México y América Latina, y en general por el Episcopado Mexicano y el presbiterado, tanto diocesano como religioso, formado en las aulas con el P. Benjamín Bravo.


Me di cuenta de la importancia de sus aportaciones teológicas en el aula cuando me pidió lo supliera en un par de sesiones en algunas clases que daba entonces en el IFTIM. Conviví con sus alumnos y pude apreciar lo que ya había introyectado en ellos. Entre otras cosas, había dejado en ese grupo de religiosos, de modo muy claro, su propuesta pastoral en las urbes, la cual debería partir siempre de las diversas realidades. Por ello el P. Benjamín fue un “cura callejero”, que entendía muy bien que la Iglesia se realiza fuera de los templos.


También me di cuenta de su calidad como teólogo que dialogaba con las ciencias sociales cuando formó y participaba en un seminario interdisciplinario para reflexionar sobre la corporalidad. En ese seminario asistió también el Dr. Alfredo Nateras, psicólogo social y profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, quien tiene un trabajo destacado en el tema de las juventudes urbanas y las juventudes migrantes. Cuando, por razón de algunas investigaciones que yo estaba realizando para IMDOSOC, sobre niñez y juventud migrante centroamericana, trabajando con el Dr. Nateras, percibí que la referencia que tenía del IMDOSOC este científico social era el P. Benjamín. Por ello, en su propuesta pastoral y de la teología urbana es claro que incorporó nociones de las ciencias sociales como la categoría de “imaginario”.


También conviene destacar sus aportaciones al IMDOSOC, antes que fuera capellán nuestro, en una investigación muy robusta cuando nos concedió una entrevista que realizamos para configurar la Encuesta Nacional de Cultura y Práctica Religiosa, que contribuyó a saber cómo elaborar dicha encuesta.


Sin duda, el P. Benjamín, se dejó guiar por el Espíritu, y unió a él su enorme creatividad. Por eso es considerado un pastoralista que supo leer Gaudium et Spes y el magisterio latinoamericano para proyectarlo sobre la pastoral de la ciudad. También es digno de considerar sus aportaciones en la eclesiología sobre todo a partir de Aparecida y su interés por la pastoral juvenil urbana y su propuesta de una Iglesia en casa.


En IMDOSOC era común, que en la eucaristía semanal, nos preguntara sobre los proyectos a realizarse en la semana, o las actividades apenas realizadas en el Instituto, para resaltar lo positivo de los trabajos que hacemos. También hacía del momento de la homilía una reflexión comunitaria permitiendo que los asistentes pudiéramos iluminar la realidad con la Palabra proclamada. Los laicos, en su idea de Iglesia, no fuimos considerados como sujetos pasivos o simplemente receptores de sacramentos y sermones. Los laicos éramos participantes en la Asamblea y no espectadores pasivos. La Palabra de Dios era central en el Padre Benjamín, cuya reflexión se enriquecía comunitariamente.


Su teología pastoral y eclesiología, están elaboradas en paralelismo a la propuesta del Papa Francisco. De hecho, la idea de una Iglesia y una Pastoral en salida, también fueron propuestas del P. Benjamín Bravo, en ello coincide claramente con el Papa Francisco. Con el Cardenal Bergoglio, en Buenos Aires, se reunió en varias ocasiones en diversos congresos; y también lo hizo en el Vaticano con el Papa Francisco.


En IMDOSOC damos gracias a Dios por su conocimiento y espiritualidad compartida; por todos los años de acompañamiento a quienes trabajamos en el Instituto. El P. Benjamín Bravo comprendió la identidad del IMDOSOC, una identidad laical en comunión con los consagrados y la jerarquía, porque todos conformamos el Pueblo de Dios. Nuestro capellán nos entendió, entendiendo que somos laicas y laicos que buscamos la formación de la conciencia personal y social, para construir una realidad justa a la luz del Evangelio.


Ese camino compartimos gustosamente con el P. Benjamín Bravo.


Gerardo Cruz González

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