Para este blog decidimos hacer un recorrido por la obra de Paulo Freire, filósofo y pedagogo crítico y de la esperanza, para encontrar la semejanza de su pensamiento con lo que el Papa Francisco propone en el Pacto Educativo Global.
Estamos a 10 meses de celebrar el centésimo aniversario del nacimiento de Paulo Freire. Y qué más que recordarlo y ver lo actualizado que es su pensamiento. Le preocupaba principalmente la situación de las personas empobrecidas, que no tenían acceso a la educación. Para el Papa Francisco en el pacto educativo invita a todos a educar y educarnos para acoger, abriéndonos a la los más vulnerables y marginados.
La obra de Paulo Freire se centra principalmente en dos ejes, el primero, el de la relación entre la motivación de todo acto educativo como el reconocimiento del valor absoluto de cada ser humano con el compromiso concreto de propiciar las condiciones reales para que cada uno pueda desarrollarse, o “ser más” (Freire, 2012: 78 y 2007: 125). Para el Papa Francisco, el Pacto educativo debe poner en el centro de todo proceso educativo formal e informal a la persona, su valor, su dignidad, poner de relieve su propia especificidad, su belleza y su singularidad.
La educación, nos dice Freire, es una práctica liberadora, es práctica de la libertad es decir, es un encuentro en el que el educador busca favorecer que el educando se despliegue como persona, esto es, consciente y libremente, inserto en una comunidad. Cuando Freire describe las características del educador humanista repite una y otra vez que debe tener “fe en los hombres” (Freire, 2012: 87 y 188), que “su acción debe estar empapada de una profunda creencia en los hombres. Creencia en su poder creador. Todo esto exige que sea, en sus relaciones con los educandos, un compañero de estos” (Freire, 2012: 66).
Para el Papa Francisco, también somos conscientes de que un camino de vida necesita una esperanza basada en la solidaridad, y que todo cambio requiere una trayectoria educativa, para construir nuevos paradigmas capaces de responder a los desafíos y emergencias del mundo contemporáneo, para comprender y encontrar soluciones a las necesidades de cada generación y para hacer que la humanidad florezca hoy y mañana.
El educador ya no es sólo el que educa, nos dice Freire, sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en el que crecen juntos y en el cual «los argumentos de la autoridad» ya no rigen. Proceso en el que ser funcionalmente autoridad requiere el estar siendo con las libertades y no contra ellas. Ahora, ya nadie educa a nadie, así como tampoco nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan en comunión, mediatizados por el mundo (Freire, 2012: 72). Para Freire, la educación es un tema de vida, no de academia.
Para el Papa Francisco, la educación es sobre todo una cuestión de amor y responsabilidad que se transmite de generación en generación. La educación, por lo tanto, se propone como el antídoto natural a la cultura individualista, que a veces degenera en un verdadero culto al yo y a la primacía de la indiferencia. Nuestro futuro no puede ser la división, el empobrecimiento de las facultades de pensamiento y de imaginación, de escucha, de diálogo y de comprensión mutua. Nuestro futuro no puede ser este. Hoy en día se necesita una etapa renovada de compromiso educativo, que involucre a todos los componentes de la sociedad.
El segundo eje es la relación entre política y educación. A lo largo de toda su obra Paulo Freire señala que para él la educación es una práctica política. Si educar es una tarea de liberación, de generación de las condiciones para la práctica de la libertad, evidentemente no puede tratarse sólo de una cuestión delimitado al aula. El compromiso de una educación liberadora es un compromiso pedagógico y político al mismo tiempo.
Frente a quienes critican esta postura Freire afirma que no existe la neutralidad en la educación. La tarea de educar es siempre política. El docente toma posición cuando educa, y debe decidir “a favor de quién y de qué estará su enseñanza, contra quién, a favor de qué, contra qué” (Freire, 2007: 137).
Para aquellos que quisieran seguir criticando este eje de su obra, Ricardo Delbosco de la Universidad Católica de Argentina escribió en 2018 “la dimensión política de la educación, que estamos lejos de querer negar, se ubicaría en el plano de la búsqueda de los medios para realizar esos ideales que nos trascienden. Allí aparecerán las diferencias, las tensiones y los posicionamientos propios de un espacio en el que no existen soluciones perfectas. Ninguna práctica educativa podrá agotar los ideales humanistas que alimentan a este tipo de educación. creemos que la visión de Paulo Freire puede verse enriquecida con este tipo de fundamentación, evitando tensiones e incoherencias en su propuesta”.
En otras palabras, el Papa Francisco nos invita a través del pacto educativo a comprometernos a estudiar para encontrar otras formas de entender la economía, la política, el crecimiento y el progreso, para que estén verdaderamente al servicio del hombre y de toda la familia humana en la perspectiva de una ecología integral.
Dos ejes que atraviesan todo el pensamiento y toda la acción de Freire como pedagogo. Sus aportes más originales, y para su época en algunos casos polémicos, se relacionan con la insistencia de Freire en dar a la persona un lugar central en la educación, y al mismo tiempo con su concepción de la educación como práctica política al permitir una más clara afirmación de su intencionalidad más profunda: la educación como promoción de la persona.
Escuchar, fomentar la participación, voltear a ver a las familias, transmitir valores y conocimientos para construir juntos un futuro de justicia y paz, una vida digna para cada persona.
Podemos ver que si hoy viviera Paulo Freire, estaría junto al Papa Francisco alzando con él su voz al decir: "Así tenemos que seguir: todos juntos, cada uno como es, pero siempre mirando juntos hacia adelante, hacia esta construcción de una civilización de la armonía, de la unidad, donde no haya lugar para esta virulenta pandemia de la cultura del descarte”.
El hecho de haber terminado con lo expuesto en la VII Jornada no da por concluido el trabajo que tenemos que hacer ante la invitación del Papa Francisco.
Los invitamos a trabajar juntos por una educación contextual liberadora para un verdadero cambio eco-social, en especial a favor de los más desprotegidos.
¡Hasta la próxima!
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