La definición más simple
¿Qué es la justicia? La respuesta podría sonar fácil, pero contestarla es más complicado de lo que parece. Cuando pensamos en justicia, enseguida nos viene a la mente la conocida definición “dar a cada quien lo que se merece” o la imagen de un juez con su toga. “Dar a cada quien lo que se merece” nos lleva al ámbito de la justicia conmutativa, tan antigua que ya era enunciada en la Biblia, donde se lee la famosa ley del talión: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie” (Dt 19, 21). Aunque es por todos conocida, esta cara de la justicia sólo puede ser ejercida por las instituciones pertinentes, como los jueces y los tribunales.
Desde una perspectiva civil, nos interesan otras definiciones pues, como veremos a continuación, la justicia es mucho más amplia.
La justicia como misericordia
Una manera de entender los límites de la justicia conmutativa que todos conocemos es la parábola del hijo pródigo (Lc 15, 11- 32). En ella, un hijo le pide a su padre su porción de la herencia y enseguida deja a la familia para gastarla en vanidades. Después de un tiempo, regresó a casa sin un centavo, avergonzado por haber malgastado todo y pidió a su padre que lo contratara como un trabajador cualquiera para poder ganarse el pan.
Al encontrarse de nuevo con su padre, exclamó: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo”. En este punto, el hijo pródigo reconocía que bajo las reglas de la justicia conmutativa él ya no era merecedor de ninguna clase de afecto, menos de ayuda económica, pues lo había perdido todo. En cambio, su padre pidió que le fueran dados su mejor vestido, su mejor calzado y organizó una celebración por su regreso.
Cuando su hermano regresó de trabajar, se extrañó por los festejos y reclamó enojado a su padre por qué celebraban al hijo pródigo, siendo injusto pues no lo merecía. El padre le contestó: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado”. La respuesta del padre nos abre a una forma distinta de justicia inspirada por la misericordia. La virtud que nos anima a actuar en favor de quienes más lo necesitan —independientemente de su pasado, situación social, gustos, preferencias o elecciones— por el simple hecho de ser humanos.
Cuando hablamos de justicia social, trasladamos las reflexiones sobre lo justo y lo injusto a nuestra concepción sobre la sociedad. En ese caso, nos preguntamos qué es una sociedad justa y reflexionamos qué nos hace falta para construirla. Una sociedad justa no consiste en “dar a cada quien lo que merece”, pues partimos del supuesto que todas las personas son igualmente dignas por el simple hecho de existir. En este caso, tenemos que pensar la justicia como “dar a cada quien lo que necesita”, como responsabilidad social para que todas las personas puedan vivir dignamente.
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Alejandro Aguilar
Investigación IMDOSOC
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