David Benítez Julián
La crisis del refugio es un fenómeno que ha despertado las alarmas en todo el mundo: desde Sudamérica, hasta Asia Pacífico, miles de personas son obligadas a partir de su país de origen a causa de motivos políticos, económicos, sociales o culturales. Durante la última década, una de las voces en la defensa de las personas migrantes y refugiadas que ha sonado con más fuerza es la del papa Francisco, quien ha sido, especialmente desde la Crisis de Refugiados en Europa del 2015, un actor clave para este grupo de personas.
Antes que todo, es necesario hacer énfasis que, para el Papa, la crisis del refugio actual no proviene de la nada. Según Francisco, en sintonía con el pensamiento de Benedicto XVI, este fenómeno emerge como un “signo de los tiempos” marcados por señales alarmantes a nivel estructural e individual. A nivel estructural, existen grandes diferencias en el mundo que se acentúan cada vez más; esto se manifiesta en el acaparamiento de la riqueza en un puñado de personas, donde la falta de oportunidades combinada con la explotación que ejercen las potencias sobre otras naciones, orilla a la expulsión de las personas que más tarde serán migrantes o refugiadas. En las palabras de Francisco (2018):
“El mundo actual es cada día más elitista y cruel con los excluidos. Los países en vías de desarrollo siguen agotando sus mejores recursos naturales y humanos en beneficio de unos pocos mercados privilegiados. Las guerras afectan sólo a algunas regiones del mundo; sin embargo, la fabricación de armas y su venta se lleva a cabo en otras regiones, que luego no quieren hacerse cargo de los refugiados que dichos conflictos generan”
Así mismo, a nivel individual, las personas han ido adaptado un estilo de vida utilitarista e individualista reforzada por la interacción diaria con el sistema y la red mediática. A este fenómeno el Papa le llama “la globalización de la indiferencia” debido a la pérdida del sentido de comunidad y la enajenación del colectivo frente al individuo desconfiado y escéptico, donde las personas migrantes y refugiadas son relegadas a la marginalidad debido al desconocimiento y estigmas que rodean su condición. Francisco advierte de continuar en este camino de “decadencia moral” no sólo se estaría excluyendo a las personas refugiadas, sino a toda persona que no se encuentre dentro de estos nuevos estándares sociales.
La propuesta papal que cobra fuerza en Fratelli tutti[1] se suscribe en la idea de borrar a los “otros” y enmarcar a todos los individuos en un “nosotros”. El nosotros para Francisco es un regreso a una ecclesia donde toda la humanidad tiene cabida sin distinciones ni prejuicios; según el papa se debe entender el “nosotros” como un camino de reconciliación de toda la familia humana basándose en un fragmento bíblico: “¡Esta es la morada de Dios entre los hombres! Él habitará entre ellos, serán su pueblo y Dios estará con ellos.” (Ap. 21,3) Trabajar en el “nosotros” implica ir destruyendo las condiciones estructurales e individuales que han estigmatizado y segregado durante años a diferentes grupos de personas, en especial, las personas migrantes y refugiadas. Para Francisco (2019), se trata de vencer los miedos internos al “otro” e interesarnos en los demás a través del cuidado y la procuración, pues, en esencia, “todos somos extranjeros y peregrinos en esta Tierra acogidos por alguien con generosidad y sin ningún mérito.”
En el sentido analítico, sería muy difícil alcanzar un “nosotros” dadas las condiciones del mundo actual, sin embargo, en un sentido humano, valdría la pena reconsiderar este concepto de unidad históricamente llamado “nosotros”, “fraternidad universal”, “el colectivo”, etc. Quizás, este concepto sólo sea un ideal imposible de alcanzar, pero valdría la pena esforzarse en conocer y entender al “otro” para comenzar a resolver nuestros problemas comunes. Sin importar el credo, hay que recordar que todos estamos hechos de carne y hueso y que todos tenemos esta única oportunidad de mejorar las condiciones de vida que históricamente han prevalecido.
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[1] Es necesario recordar que Fratelli tutti fue una carta encíclica que responde a un momento de crisis global por la pandemia de COVID-19. Según el papa, la fraternidad universal es uno de los caminos necesarios para salir de esta crisis, y esta fraternidad no puede concebirse sin contemplar a las personas migrantes y refugiadas.
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