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“Formar buenos cristianos y virtuosos ciudadanos” Los Hermanos Maristas y su apostolado educativo en

Por Samanta García


La Congregación de los Hermanos Maristas nació el 2 de enero de 1817 en La Valla-en-Gier, Francia, su fundador, Marcelino José Benito Champagnat sacerdote francés (1789-1840),[1] colocó los cimientos de su apostolado educativo, permeado por la influencia de otras corrientes de enseñanza de órdenes y congregaciones de religiosos y seglares que fundaron escuelas de caridad. Destinadas prioritariamente a niños pobres, retomó algunos elementos de estas corrientes y construyó un sistema de valores educativos, religiosos y morales dirigido a los jóvenes y los niños más desprotegidos y pobres. Así, el carisma marista se dirigió a procurar el desarrollo armonioso del individuo en sus múltiples potencialidades: “espirituales, morales, intelectuales y físicas, en suma Humanas”, “puesto que, la educación consiste en ayudar a crecer al hombre como hombre”[2]


Marcelino José Benito Champagnat
Marcelino José Benito Champagnat

“Nuestra enseñanza no se limita a ser catequistas, ni sólo maestros de materias profanas, tiene un sentido más amplio, es nuestro marco de evangelización, en escuelas, programas sociales y pastorales.”[3] El resultado de esta formación se resume en su lema: “Buenos cristianos serían virtuosos ciudadanos”[4].

Respecto al arribo marista al territorio mexicano, éste se dio en un momento coyuntural complejo debido al proceso de secularización y laicidad educativa por parte del Estado que afectó a la Iglesia católica. Sin embargo, su llegada durante el porfiriato (Pax Porfiriana), período en el cual se percibió un crecimiento de la educación confesional, posibilitó su arribo pues, si bien no menguó los procesos mencionados, si permitió a la Iglesia a finales del siglo XIX tener una tregua que favoreció su consolidación y organización.


Los maristas, a través de su apostolado educativo, coadyuvaron a la misión de la Iglesia y a su propia misión apostólica, pese al complejo contexto político, económico, social y educativo. La educación marista suministrada en sus colegios versó en una formación religiosa y seglar de alto nivel. Con el tiempo, los maestros maristas fueron reconocidos por sus buenos resultados como educadores. Esto otorgó prestigio a los colegios que fue atractivo para la sociedad católica de la época; porque, por un lado, permitió la continuidad de la tradición religiosa familiar; y, por otro lado, permitió la formación seglar para que pudieran continuar con su formación profesional. Así lograron, al pasar los años conformar una red de escuelas en toda la república.



Además, el desarrollo marista tuvo que afrontar en el transcurrir del tiempo muchas situaciones complejas tanto internas como externas. Derivado de ellas han sufrido crisis, caídas y transformaciones, aunque no son exclusivas de la orden, sino que han afectado a las instituciones educativas en general. Hoy los retos que tienen respecto a la enseñanza a la juventud en sus escuelas, son múltiples.

Uno de los problemas es la tensión de mantener y revivir el espíritu del carisma fundacional con la alta calidad académica ante una juventud secularizada y fragmentada. Por ello cabe preguntarse, ¿cuál es la inspiración que tienen los maestros en sus colegios? ¿Cómo resuelven los problemas? ¿Qué actividades se hacen dentro y fuera de la escuela? ¿Cuál es la formación que mantiene viva la inspiración y espíritu cristiano? La necesidad de regresar a su carisma fundacional es una cuestión imperante en un mundo fragmentado, los jóvenes necesitamos nuevamente tener una instrucción que permita equiparnos hacer frente a esta fragmentación. Champagnat supo que, siempre acorde a la manera de María y Jesús,

“[…] Tienen en sus manos el precio de la sangre de Jesús Cristo. Sus numerosos niños les deberán, ante Dios, la Salvación […] Esfuércense, no ahorren nada para formar sus jóvenes corazones en la virtud; háganles sentir que, sin la virtud, sin la piedad, sin el temor de Dios nunca serán felices; que no hay paz para el impío. Que sólo Dios puede hacerlos felices, que sólo han sido hechos para él.”[5]


***

Samanta García es licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y actualmente estudia un posgrado en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Fue participante del grupo “Investigación social para el Pensamiento Social Cristiano” de IMDOSOC.


______________________________________________________________________________ [1] Beatificado por Pío XII el 19 de mayo de 1955. [2] Anuario Marista del Centro Universitario México 1912-1987 a razón del 75 Aniversario, pág. 1. [3] XIX Capítulo General, Espiritualidad Apostólica Marista, 26; C. 71 [4] Constitución No 81 Marista. [5]Cfr. Carta N.19 (3 de Enero de 1831) En: Historia del Instituto de los Hermanos Maristas… op. cit., pág.136.

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