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¿Qué entendemos por formación de la conciencia?

Actualizado: 8 sept 2020


Esta vez vamos a partir de la misión del IMDOSOC: contribuir a formar la conciencia personal y social, para construir una realidad social justa a la luz del Evangelio y a través de la investigación, la enseñanza y la difusión del pensamiento social cristiano, y del gran aporte que nos hizo el Mtro. Juan Carlos López Sáenz en la I Jornada Pedagógica cuando nos preguntó ¿qué entendemos por formación de la conciencia?


Para dar respuesta —nos dijo— debemos partir de la etimología del término 'formación' que nos remite al acto de dar forma, configurar o conformar. Es el resultado de un trabajo sistemático, gradual y procesual en donde se busca modelar la materia para reducirla a la forma deseada. En el caso de las ciencias humanas (vivencias del espíritu), el objeto de la formación es la persona. En el campo de las ciencias humanas o del espíritu, cuando se habla de formación se tiene como objeto de éstas a la persona y ésta se concibe como proceso en el cual se encuentra inserta la persona a lo largo de su vida.


Así, esta formación humana busca abarcar todas las dimensiones de las persona, es decir, es integral. Busca un desarrollo total y pleno de la persona, desde su dimensión biológica hasta su dimensión trascendente. No está por demás recordar que en la formación humana, la persona es entendida como unidad totalizante y realidad dinámica en constante devenir histórico personal.


El término formación será tomado por las ciencias humanas, que tendrán como prioridad el conformar a las distintas generaciones al modelo de humano que cada época ha tenido como el ideal de ser humano. En este contexto, Gadamer nos dirá que la formación pasa a ser algo estrechamente vinculado al concepto de cultura y designa en primer lugar el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre.


La persona está en formación continua, es decir, nunca termina de formarse. Al ser constante devenir, va dándole forma a su personalidad, su identidad se va consolidando conforme avanza en su decurso vital. Podemos decir que la formación acompaña a la persona en todo su proceso existencial; en donde sólo la muerte podrá detener esa formación procesual.


Conforme se avanza en la existencia individual, cada persona va configurando, dando forma a su ser humano. Constatamos así que la persona es una realidad que esencialmente tiene que ir haciéndose. Por medio de su experiencia de encuentro con el otro/los demás, podemos decir que el hombre va conformando su personalidad. La persona en todos esos momentos de la experiencia va tomando unidad, sistematicidad y particularidad. Y desde esta experiencia de encuentro con la realidad, la persona va constituyendo física y realmente su realidad personal. El ser humano, enfrentado con la realidad, se va implantando en el mundo con su forma muy particular de ser realidad, pero realidad humana. La experiencia que el hombre hace de la realidad condiciona su vida toda, porque se mueve en ella, con ella, por ella y ante ella. Después de la experiencia, el ser humano se ha modificado en su realidad personal, ya no es el mismo antes de la experiencia.


La persona debe ser consciente, es decir, darse cuenta del lugar que ocupa en la realidad. No puede ser ingenuo de cómo se encuentra ubicado en el entramado social, cultural y mundial.

Debe tener un autoconocimiento amplio de su ser en el mundo y de todo aquello que forma parte de su estructura personal (identidad, personalidad, cultura, historia, etc.); debe, por tanto, conocerse cada vez más y mejor.


En un segundo momento, debe ser consciente de cómo y dónde se encuentra plantada en la realidad. Por lo que requiere un trabajo de concientización personal y comunitaria; sólo así podrá ser consciente y romper con todo condicionamiento histórico, atadura y esclavitud que las mismas estructuras sociales le han impuesto.


Desde su concientización, la persona puede modificar la manera de relacionarse y encontrar nuevas formas de interactuar con la realidad. Es capaz de transformar esas relaciones manipuladas y chantajistas por relaciones más humanas con los demás y su entorno. Así, entre la gama de posibilidades que le ofrece la realidad, debe elegir libre y responsablemente.


Entra en relación con la realidad, por estar inserto en ella y ser una realidad abierta posee la capacidad de relacionarse; desde el plano meramente humano puede relacionarse impulsado por principios y valores humanos desde su formación ética y cívica. Así, los criterios que utiliza para su relación con el otro, con los demás y con la realidad lo hará con base en sus principios y valores éticos. Somos conscientes que desde su conciencia actúa como ser humano, sin mayor referencia a la cuestión religiosa.


La persona que ha entrado en este proceso de concientización se convierte en constructor y dueño de su propia libertad. Por lo que debe liberarse —con los otros— de toda enajenación: incorporación de creencias ajenas, operantes en nosotros, que simulan ser propias y favorecen al sujeto oprimido, que así vive engañado.


En esta liberación de la opresión, enajenación y manipulación social busca y trabaja por lograr la emancipación de cualquier alienación del ser humano, dejar de ser dependiente de… a nivel individual y comunitario.


Así, podemos afirmar que antes de hablar de formación de la conciencia moral, debemos ocuparnos de la formación y consolidación de estructuras humanas y dar fundamentos humano-éticos para que sea recibido el pensamiento social cristiano en una base sólida y bien formada. Primero hay que actuar desde lo humano-ético y pasar a su plenitud mediante la actuación desde lo moral religiosa.


Jesús, para nosotros, se convierte en la norma de conducta. Es quien orienta toda la vida de cada uno en la realidad (social, económica, política, social).


Como toda norma, Jesús es la expresión de un valor. En este caso, Jesús es la expresión del Reino de Dios en nuestras vidas; es necesario escudriñar y profundizar para encontrar ese valor del Reino en la praxis de Jesús.


Este Reino de Dios, lo vemos expresado en los signos de justicia, paz, amor y en los principios del pensamiento social cristiano.


Por tanto, nosotros estamos llamados a ser única y exclusivamente facilitadores del Reino de Dios en la realidad social donde nos encontramos inmersos.


Agradecemos a Juan Carlos por orientar nuestro quehacer.


¡Los esperamos en el próximo blog!



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